She will be loved.
El Leo, en su fotolog, contaba muchas veces de sus amores efímeros en el metro de Santiago. Hoy me sucedió algo parecido.
Con el fin de preparar unas bebidas alcohólicas hawaianas llamadas lava flow, salí a eso de las siete de la tarde a comprar ron. Fui caminando porque para ir a la esquina es absurdo sacar el auto y además necesitaba una caminata para despegar los ojos de la tele (como si no viniera llegando de unas vacaciones).
Me puse mis chalas porque iba a ser una caminata corta y salí con cinco lucas en el bolsillo. Iba algo despeinado y llevaba una barba de dos semanas lo que es básicamente poco y nada en mi, pero todo aquello configuraba algo de gracia.
Había caminado unos veinte metros, cuando en la esquina, lejana, aparece una mozuela que a la distancia lucía una perfecta figura y un pelo castaño claro medio liso medio ondulado, algo desordenado. Una polerilla blanca con tirantes en los hombros que entre vuelos y telas al viento, sostenían muy bien un justo y suficiente par de pechos que parecían no verse afectado con el vaivén de la caminata. Era lo que llama mucha gente una chica trigueña. Llevaba unos jeans azul desgastado, doblados cuidadosamente en la parte inferior. Calzaba un par de sandalias.
Esta chiquilla aparece repentinamente de la esquina como si hubiera estado esperando a que saliera yo para iniciar su paseo hacia mi.
A medida que me acercaba a ella, se me pasaban por la cabeza un millón de probabilidades; de donde venía, a donde iba, como se llamaba, era bonita?!?!?
Porque de lejos era un maniquí. Había que verle la cara.
Estaba en medio de esa interrogativa cuando de pronto me vi muy cerca como para alcanzar a idear una postura y una actitud. Y entre pánico y nervios, me quedé mirando al vacío mientras me la cruzaba, si antes echarle un ultimo vistazo a su cara antes de que me viera mirándola.
Después todo fue silencio. Lo último que vi fue que esbozaba una mueca de incomodidad. Era hermosa. Y me arrepentí de no haber dicho nada.
Un comentario de esos de obrero me habría conducido en picada hacia un fracaso total. Pero simplemente un Hola quizás habría sido el primer paso de una larga relación, quien sabe. A lo mejor, es mejor así. Que quede en el que pudo haber sido, antes de saber que tenía pareja, que era lesbiana, que tenía un hijo o que se iba del país para no volver jamás.
Con el fin de preparar unas bebidas alcohólicas hawaianas llamadas lava flow, salí a eso de las siete de la tarde a comprar ron. Fui caminando porque para ir a la esquina es absurdo sacar el auto y además necesitaba una caminata para despegar los ojos de la tele (como si no viniera llegando de unas vacaciones).
Me puse mis chalas porque iba a ser una caminata corta y salí con cinco lucas en el bolsillo. Iba algo despeinado y llevaba una barba de dos semanas lo que es básicamente poco y nada en mi, pero todo aquello configuraba algo de gracia.
Había caminado unos veinte metros, cuando en la esquina, lejana, aparece una mozuela que a la distancia lucía una perfecta figura y un pelo castaño claro medio liso medio ondulado, algo desordenado. Una polerilla blanca con tirantes en los hombros que entre vuelos y telas al viento, sostenían muy bien un justo y suficiente par de pechos que parecían no verse afectado con el vaivén de la caminata. Era lo que llama mucha gente una chica trigueña. Llevaba unos jeans azul desgastado, doblados cuidadosamente en la parte inferior. Calzaba un par de sandalias.
Esta chiquilla aparece repentinamente de la esquina como si hubiera estado esperando a que saliera yo para iniciar su paseo hacia mi.
A medida que me acercaba a ella, se me pasaban por la cabeza un millón de probabilidades; de donde venía, a donde iba, como se llamaba, era bonita?!?!?
Porque de lejos era un maniquí. Había que verle la cara.
Estaba en medio de esa interrogativa cuando de pronto me vi muy cerca como para alcanzar a idear una postura y una actitud. Y entre pánico y nervios, me quedé mirando al vacío mientras me la cruzaba, si antes echarle un ultimo vistazo a su cara antes de que me viera mirándola.
Después todo fue silencio. Lo último que vi fue que esbozaba una mueca de incomodidad. Era hermosa. Y me arrepentí de no haber dicho nada.
Un comentario de esos de obrero me habría conducido en picada hacia un fracaso total. Pero simplemente un Hola quizás habría sido el primer paso de una larga relación, quien sabe. A lo mejor, es mejor así. Que quede en el que pudo haber sido, antes de saber que tenía pareja, que era lesbiana, que tenía un hijo o que se iba del país para no volver jamás.